misteriosa.
[ Kayla ]
Había conseguido que Freddy volviera a quedarse dormido, pero
no había tenido éxito con Layla.
Yo estaba sentada sobre la cama sin poder parar de llorar;
tenía a mi hija recostada frente a mí haciendo soniditos con la boca y moviendo
los brazos. Mi hijo ya estaba en su cuna durmiendo plácidamente.
—Bien por ti Lay, tú ya no lloras más, pero yo no puedo
parar. —Mi voz sonaba bastante aguda. —Creo
que después de todo no he conseguido ser la mujer perfecta para tu papá, y lo
peor es que él ya se dio cuenta. —Con cuidado, tomé a mi bebé y la coloqué
sobre mis piernas; acaricié dulcemente su suave y escaso cabello rubio. —Gracias
por estar conmigo ahora mismo. —La abracé fuertemente y seguí llorando más, y
más, y más…
—Perdón. —Miré el umbral de la puerta, alarmada; y lo vi allí
mirándome. Miré a mi hija, ya se había quedado dormida en mis brazos. ¿Había
estado mucho tiempo llorando con ella? —Soy un estúpido, ya lo sé. No debí de
haberte gritado. —Cerré los ojos. Escuché a Tom acercarse a mí a paso lento. —No
quiero que te enojes conmigo, por favor. No ahora que pronto será el concierto
y me iré del país.
Permanecí en silencio; escuchando como Tom rascaba nerviosamente
su brazo con sus escasas uñas. Soltó un gran suspiro y comenzó a dar pequeños
golpes ansiosos con su pie contra el suelo.
— ¿¡No piensas decirme nada!? —Preguntó levantando la voz.
Solté un sollozo, que sonó más como un chillido. —Kayla…
—Nunca me habías gritado Tom. —Levanté la cabeza y lo miré
con ojos destellantes. Mi mirada lo taladraba por dentro, podía notarlo
claramente.
—Bill me contó todo lo que le dijiste. —Tom no se movía un
ápice. Estaba cruzado de brazos, mirándome. Ojos culpables contra ojos
cristalinos en lágrimas. —Yo… no tenía idea. Pudiste decírmelo. Te juro que no
quería presionarte… —Su voz se debilitó ante lo último. Mordí mi labio y
mantuve mi mirada fija. —Te amo.
—Lo sé. —Mi voz sonaba firme y segura, aunque mi corazón
estuviera completamente aguado.
— ¿Puedo abrazarte? —Preguntó extendiendo sus brazos hacia
mí. Lentamente asentí con la cabeza y él apretó los labios comenzando a dar
grandes pasos; apretó suavemente mi cuerpo contra el suyo, cuidando de no
aplastar a la pequeña Layla que dormía en medio de nosotros, interponiendo el
completo contacto de su cuerpo con el mío.
[ Bettina ]
Abrí los ojos a causa de la lastimosa luz del sol que azotaba
con fuerza contra mi ventana. Suspiré hondo y solté un quejido comenzando a
pensar en lo que se había convertido mi vida hasta ahora. La mayoría de las
situaciones que encontré en mi memoria fueron cosas malas, desagradables, incómodas,
o tristes, aunque al igual había grandes cosas buenas.
Me incorporé sobre la cama y observé mis piernas cubiertas
con sólo un pequeño short para dormir. Mis ojos se llenaron de lágrimas
repentinamente, ¿Cuándo es que terminé postrada en una cama sin poder caminar?
— ¿Puedo pasar? —Escuché una voz proveniente de la puerta,
seguida de un par de golpes indicando que alguien estaba pidiendo permiso para
ingresar a mi habitación. Limpié mis ojos con cuidado y carraspeé un poco para
aclarar mi garganta. No quería que el dueño de la voz me viera destrozada…
—Pasa… —Grité débilmente con un tono de voz apagado. Observé
a mi hermano ingresar lentamente a la habitación. Me daba la sensación de que
se sentía culpable.
—Buenos días… —Saludó; dejé de mirarlo y como pude bajé mis
piernas de la cama, dejándolas flotando en el aire.
— ¿Qué quieres? —Pregunté levantando una ceja. No era normal
que después de una discusión él llegara a hablarme como si nada hubiera pasado;
normalmente mi hermano tenía su orgullo muy elevado.
—Vaya… —Murmuró. —Necesito que te arregles, en unas horas
vendrá alguien a visitarte.
— ¿Quién? —Sonrió y se dio media vuelta, comenzando a avanzar
hacia la puerta dispuesto a salir. — ¡Contéstame Jared!
—Obedece. Tienes que entender que todo lo hago por tu bien. —Y
salió de la habitación cerrando la puerta tras él.
Con ayuda de las muletas y con gran fuerza de voluntad, me
puse de pie y caminé hacia mi armario dispuesta a seleccionar la ropa que me
pondría el día de hoy.
En cuanto abrí la gran puerta de madera me costó decidir que
atuendo me pondría; Jared no había mencionado quién era la persona que vendría
a verme, y no sabía para quién debía arreglarme o no. Aunque lo más probable es
que sería algún psicólogo…
—Es un
especialista, ya te lo dije. —Después de que Jared fuera a mi habitación me
duché y me vestí sencillamente, con tan sólo una camiseta larga y unos shorts,
a demás de unos zapatos deportivos. En cuanto estuve lista, me encaminé hacia la
cocina para desayunar un poco; encontrándome sólo con mi hermano. Al parecer estábamos
solos él y yo en la casa…
—De acuerdo, no preguntaré más. —Me crucé de brazos y lo miré
fijamente, él parecía sonreír sentado frente a mí del otro lado del mini
comedor de la cocina. — ¿Dónde están todos? —Pregunté intentando dejar mi tono
molesto de lado. Él estaba tranquilo conmigo, y yo debía hacer lo mismo.
—Fueron a la prueba de sonido para el concierto.
— ¿Todos? ¿Kayla, y los bebés también? —Pregunté sorprendida.
Bill me había prometido que me llevaría a la prueba de sonido, y yo lo había
olvidado por completo. Jared asintió. — ¿Por qué no me dijeron nada? ¡Bill
sabía que yo quería ir! —Pregunté molesta más para mí misma que para mi
hermano, él ensanchó su sonrisa.
—Yo le advertí que no te llevara.
— ¿¡Por qué Jared!? ¿De verdad no me vas a dejar ir a ningún
lado? —Le grité comenzando a ponerme histérica.
—No es eso, es porque yo ya tenía un compromiso para ti. Así
que apúrate y termina de desayunar que casi ni has tocado la comida. —Sentenció
poniéndose de pie. Me lanzó una mirada severa y yo mordí mi labio intentando
tragarme el nudo que se había formado en mi garganta.
—Habías dicho que sólo me dejarías salir con Bill… —Intenté
no gritar y como pude me puse de pie también, apoyando mis manos firmemente
sobre la mesa, sosteniendo mi cuerpo lo suficiente.
—Ya te dije que tienes otro compromiso hoy.
—Me da igual Jared. Me dan igual todas las estupideces que tú
quieres que yo haga.
—Tienes que cambiar esa actitud.
— ¡No quiero!
— ¡Termina de comer!
— ¡Que no quiero!
— ¡Deja de gritar, Bettina!
— ¡Tú también! —Ambos nos quedamos en silencio en cuanto
escuchamos el sonido del timbre retumbar por las paredes de toda la casa.
—Ya llegó. Iré a abrir. Por favor recoge tu plato y te veo en
cinco minutos en la sala de estar.
— ¿A caso tengo otra opción? —Pregunté irónicamente. A mi
hermano le debía demasiadas cosas, así que me resultaba imposible
desobedecerle.
—Por favor. —Caminó hacia mí y besó dulcemente mi mejilla.
Cerré los ojos cuando sentí su frente posarse sobre la mía.
Desde pequeña, él siempre había hecho ese gesto para
demostrarme su cariño, y para mí resultaba una acción preciosa.
—De acuerdo. —Murmuré. Él se alejó y salió de la cocina.
Decidí obedecer a mi hermano y comí rápidamente el omelette
que había en mi plato. Si no lo comía me iba a ver obligada a desecharlo en la
basura, y eso era algo que jamás me había gustado hacer.
Caminé con cuidado hacia la sala de estar, donde mi hermano
iba a presentarme a aquella “Persona misteriosa”, la cual no tenía idea de
quién se trataba.
Esperé un par de minutos sentada en el sofá sin hacer nada.
De repente comencé a escuchar la voz de mi hermano y la de alguien más
aproximarse hacia la habitación.
—Gracias por haber podido venir más temprano. —Mencionó mi
hermano, quien sonaba bastante animado.
—No hay de qué, tu hermana es un encanto. Muero por volver a
verla. —Respondió su acompañante que al parecer se trataba de un hombre. Su voz
me sonaba bastante familiar, pero no lograba recordar de dónde…
—Bett… —Jared ingresó a la sala. Y sonrió en cuanto me vio. —Aquí
está la persona que estará visitándote de ahora en adelante.
— ¡Hola! —Saludó animado aquel chico de ojos verdes, que yo
conocía muy bien. Tragué saliva sintiéndome tensa.
—Paolo… —Murmuré.
—No no, él es Serch. —Me corrigió mi hermano, quién me miró
extrañado.
—Lo siento. Hola Serch. —Se me pusieron los nervios de punta
en cuanto reparé en quién era el chico que estaba frente a mí. ¿Por qué lo
había confundido con Paolo? Ambos eran muy distintos físicamente. ¿Se debería a
la gran química que había tenido con mi nuevo terapeuta?
Repentinamente mi cabeza se llenó de todos los buenos
recuerdos que había vivido junto con mi fallecido mejor amigo. Me dieron ganas
de llorar, pero logré contenerme.
Por alguna extraña razón, Serch me recordaba mucho a Paolo…
—Hermanita, yo no puedo dejarte sin terapias. Así que a
partir de hoy, hasta que te recuperes él vendrá a casa a ayudarte.
—Verás que nos llevaremos muy bien. —Me sonrió el chico que
había ocasionado una sensación de vértigo en mí. Intenté disimular mis nervios
y le dediqué una falsa sonrisa, que él me devolvió sin problema alguno.