— ¿Dónde está Tom? —Pregunté en cuanto Bill me llevó a su camerino y Tom
no estaba; ellos me habían dicho que compartían camerinos ahora…
—Encerrado en el camerino de Georg. En cuanto acabó el concierto corrió
hacia allá y no ha querido salir.
—Tengo planes para él, ¿me ayudarías? —Pregunté cruzándome de brazos.
¿En el camerino de Georg?
— ¿Qué tipo de planes? —Preguntó mi cuñado parándose a mi lado.
—Ayúdame y te digo. —Guiñé un ojo y Bill sonrió entendiendo claramente
mis intenciones.
Minutos más tarde en
cuanto me sentí lista, Bill me guió hacia el camerino donde se encontraba Tom;
fuera de éste se encontraban de pie Georg cruzado de brazos, y Gustav
visiblemente tranquilo y exhausto.
Ambos me sonrieron en cuanto me vieron, caminé hacia ellos y los abracé
al mismo tiempo.
— ¡Qué sorpresa! Hace mucho que no te veíamos. —Saludó alegre el bajista
en cuanto deshice el abrazo grupal.
—Ya me hacía falta verlos. —Murmuré controlando mis ganas de llorar.
Georg y Gustav desde siempre habían sido muy importantes para mí, al
igual que Bill y Tom; y el verlos en persona de nuevo me había removido
demasiados sentimientos, como la primera vez que los vi y hablé con ellos.
—Necesito ver a Tom… —Murmuré de nuevo, olvidando mi nostalgia y
concentrándome en lo mío.
—Encerrado allí. —Señaló Georg la puerta haciendo una mueca graciosa con
los labios. Sonreí.
—Bill, ¿No irás a ver a Bettina? —Le pregunté a mi cuñado
repentinamente.
—Más noche iré. Por ahora… Georg, Gustav, vayamos a relajarnos un
momento a mi camerino. Dejemos a Kayla conversar tranquila con Tom.
— ¿Conseguiste la llave para abrir…? —La voz de Gustav se desvaneció en
cuanto le mostré la llave entre mis manos antes de que terminara de hacer su
pregunta.
Había resultado un poco complicado obtenerla. Bill había tenido que
hablar con David para que él fuera a convencer a algunas personas encargadas.
—Mucha suerte Kayla. —Bill me abrazó.
Me despedí de Georg y Gustav y abrí la puerta del camerino intentando
hacer el menor ruido posible.
Todo estaba completamente oscuro.
Tragué saliva. ¿Estaría él bien? No lo veo por ninguna parte.
Empujé un poco más la puerta, lo suficiente para poder ingresar a la
habitación y cerrarla a mis espaldas.
—Tom, ¿dónde estás? Me gustaría hablar contigo… —Murmuré sintiendo un
poco de miedo.
¿Y si dentro del camerino se encontraba alguna fanática loca
acuchillándolo?
El terror comienza a fluir por mis venas…
— ¿Por qué viniste al camerino de Georg? ¿No querías que Bill te dijera
algo por lo que pasó en el escenario?
El silencio es completamente mortal.
Avancé lentamente
—Tom…
—Lo menos que quería era que Bill me regañara. —Escuché su voz a mi lado
izquierdo, más no lo vi por ninguna parte.
—Ya hablé con él… —Comencé a caminar hacia el sofá que se encontraba a
la izquierda de la puerta y me detuve frente a él.
Tragué saliva y continué caminando hacia la parte trasera del sofá, allí
se encontraba Tom sentado en el suelo, con su guitarra negra sobre sus piernas.
Me senté de rodillas a su lado y lo miré a los ojos, él se sentía
destrozado, pero… ¿Por qué exactamente?
—Bill temía que yo me enojara contigo y rompiera nuestro compromiso. —Musité
intentando ver su reacción; él sólo abrió más los ojos mirándome perplejo. —No
lo haré Tom.
—Yo sólo intenté… —Lo interrumpí.
—Intentaste demostrarle a tus fans que yo realmente te importo… y que te
da igual si a ellas les gusto o no.
—Exactamente…
—Eso ha sido lo más hermoso que alguien ha hecho por mí.
—Kayla, por ti haría eso y mucho más. —Colocó la guitarra frente a
nosotros y arrastró su cuerpo por el suelo, lo suficiente hasta acercarse más a
mí y apretarme entre sus brazos en un romántico abrazo.
Mi cabeza apoyada sobre su pecho, justo sobre su corazón. Sus manos de
él moviéndose lentamente de arriba abajo por mi espalda.
—Te amo… —Murmuré.
Comencé a repartir varios besos por su cuello, distrayéndome un par de
veces con su sensualmente esculpida manzana de Adán.
Él jugueteaba con mi cabello, apretándolo entre sus dedos, y peinándolo
y despeinándolo al mismo tiempo. Un gemido escapó de sus labios y yo sonreí.
Sin que él se percatara de mis intenciones, lo empujé hacia atrás
bruscamente, provocando que él cayera sobre su espalda quedando acostado sobre
el suelo.
Apoyándose sobre sus antebrazos, levanta la cabeza y me mira
sorprendido, y antes de que él pueda articular palabra, yo saco de un hábil
movimiento mi camiseta arrojándola hacia alguna parte del suelo.
Y enseguida saco mi sostén, lanzándoselo a Tom a la cara.
—Ka… ¿qué? —Pregunta sorprendido. Muerdo mi labio de la forma más
sensual que se me ocurre, y me coloco a horcajadas sobre él.
—Quiero sexo contigo, ¡ahora! —Le grito, y comienzo a reírme. Él quita
el sostén de su cara y se sienta, situando su rostro demasiado cerca del mío.
Rápidamente introduzco mi mano dentro de sus pantalones. ¡Ventajas de la
ropa ancha!
Con la otra mano desabrocho el botón y la cremallera rápidamente.
Mis manos se restriegan descaradamente contra su no tan grande erección.
Y él sigue con la boca abierta observándome sin entender mis acciones.
—Kayla, yo… no puedo. —Murmura apretando los dientes. Lo empujo de
nuevo, y él vuelve a caer hasta chocar su espalda contra el suelo.
— ¿Por qué no? Acabas de decir frente a más de diez mil personas que me
amas, ¿qué es lo que te detiene Tom? —Intento burlarme de él poniéndome de pie
y al mismo tiempo deslizando mis jeans por mis piernas, acompañados de mi ropa
interior.
Yo misma me sorprendo. Normalmente siempre he sido una chica muy
pudorosa, y justo ahora me importa una mierda que Tom me vea desnudarme
cínicamente frente a él.
—Yo… —Traga saliva. —No traigo protección… y si volveremos a hacerlo,
quisiera que ésta vez fuera de forma responsable…
—Diablos… yo quería que me hicieras otro par de gemelos. ¡Nos salen
divinos! Deberíamos hacer varios más… —Él abre los ojos aún más si es que es
posible, y yo me río, colocándome de nuevo sobre él.
—Hablo en serio, no me tientes por favor… —Murmura.
— ¿Por qué no me tocas? —Le reclamo fingiéndome molesta.
—Si te toco sé que no me detendré…
— ¿Y si te doy esto, me tocarás? —Muerdo mi labio y saco del interior de
mi zapato deportivo un pequeño paquete cuadrado que Tom conoce perfectamente.
— ¿De dónde…? —Su pregunta queda en el aire. Yo comienzo a bajarle sus
anchos y pesados pantalones.
—Bill me lo dio. No sabía que él tuviera una vida sexual tan activa… ¡Con
mi hermana! —Exclamo divertida. Tom se ríe.
—Créeme, la tienen.
Nuestra conversación se termina cuando me precipito hacia sus labios y
lo beso vorazmente. Él como el experto que es, me besa con miles de
sentimientos y sensaciones.
Sin darme cuenta, él se da la vuelta, colocándome debajo de él, y se
quita lo que le resta de ropa, quedando completamente desnudo sobre mí.
Me lanza el paquete del condón abierto, yo lo saco y lo coloco ágilmente
sobre su ahora ya creciente erección.
—Te dolerá… —Me advierte en una forma discreta de pedirme permiso para
accesar por completo a mi cuerpo.
—Lo sé… —Murmuro. Había olvidado eso. —Me da igual, seguro dolerá menos
que la primera vez que me la metiste.
— ¿Desde cuándo eres tan basta con tu vocabulario? —Pregunta sorprendido
y divertido a la vez.
—Desde que Tom Kaulitz es mi novio.
Agarro su rostro firmemente entre mis manos, introduciendo mi lengua lo
más que puedo dentro de su boca.
Él se inclina sobre mí, y se introduce lentamente uniendo su cuerpo con
el mío de la forma más lujuriosa y romántica que pueda existir.
Sexo en el frío piso, detrás de un sofá, junto a una guitarra.
Esos no eran mis planes, pero jamás pensé que sería tan placentero…
[ Bettina ]
Los guardaespaldas que habían ido a perseguir a Kayla después de que
ella saliera huyendo como una delincuente, regresaron alrededor de veinte
minutos después. Veinte minutos en los que todos estuvimos preocupados…
¿Qué tal si algún fan desquiciado le había hecho algo?
¿Y si ella cometía alguna locura?
Ella sabía perfectamente que después de cada concierto, los chicos
necesitan un buen descanso estando solos… ¿Por qué había huido para encontrar a
Tom?
Uno de los guardaespaldas nos explicó que Bill la encontró cuando unos
guardias la estaban medio golpeando, ¡joder!
— ¿Estás bien? —Me preguntó Serch sacándome de mi ensoñación.
—Sí, es sólo que Bill no me ha llamado para avisarme que ocurrió con mi
hermana… —Murmuro.
Serch agarra suavemente mis dos manos y las aprieta entre las suyas.
Levanto la mirada nerviosa hacia él, sus ojos son cálidos y sinceros.
—Tu hermana está bien, si fuera lo contrario, ten por seguro que alguien
ya se habría comunicado contigo.
Sonrío. Creo que nunca había conocido a alguien igual de optimista que
Serch.